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DERECHO AL PORTE Y USO DE ARMAS

Para poder entender el derecho al porte y uso de armas es menester tener en cuenta que el ser humano tiene tres derechos fundamentales e inviolables: la vida, la libertad y la propiedad privada.

Actualmente, es común hablar de derechos humanos y de la protección que el Estado debe proporcionar para evitar violaciones a los mismos, pero ¿El Estado es capaz de proteger los derechos humanos de cada ciudadano? ¿Hay evidencia de la eficiencia que tiene el Estado en cuanto al aseguramiento de estos derechos frente a agresores? ¿Qué pasa cuándo el Estado no es protector y pasa a ser agresor? Estas son algunas de las incógnitas que surgen y por ello tratadistas, juristas, constituyentes e individuos comunes han sustentado la premisa del derecho al porte y uso de armas.

I. LA NATURALEZA DEL HOMBRE CON LAS ARMAS

Partamos del punto de que los animales (siendo el hombre el animal racional), tienen armas naturales para poder enfrentar las diversas amenazas que se presenten en su medio.

Con la evolución, el homínido dejó de lado fuertes caninos y molares, comenzó hace aproximadamente 4 millones de años a usar rocas como herramientas; luego, en la edad de piedra, las obsidianas fueron utilizadas para la fabricación de lanzas para así poder cazar y defenderse.

En la edad de los metales, el hombre fundió cobre, hierro y bronce y surgen: espadas, flechas, escudos y otras herramientas. En el siglo IX, llegó la invención de un elemento idóneo que revolucionó el mundo, que fue más bien un “bendito error” puesto que era destinado para la medicina, este era la pólvora. Esta sustancia supuso un cambio sin precedentes para la humanidad, logró un avance que abarca desde los ámbitos de la medicina, la arquitectura, los tratados entre pueblos entre otros.

Ya para el siglo XV, aparece la primera arma de fuego: el arcabuz. Indiscutiblemente, las armas de fuego, las más avanzadas, permitían que los pueblos se encuentren más protegidos al tener un ejército más equipado donde incluso les permitían conquistar tierras.

Las armas de fuego representaron una protección de amenazas externas, sin embargo, los pueblos estaban subyugados al despotismo de sus gobernantes. Los pobladores sufrieron vejámenes, en distintas épocas de la historia de la humanidad. Terminan, paulatinamente, con la aparición de dos hechos significativos: la emancipación de los Estados Unidos de América y la Independencia de América de la corona española.

En ambos casos, que se desarrollan entre los siglos XVIII y XIX, el uso de las armas es trascendental. Sin ellas, las luchas independentistas, el derrocamiento del orden establecido, la caída de los gobiernos totalitarios y absolutistas sobre estas colonias no hubiese sido posible.

Este breve recorrido histórico tiene como objetivo demostrar que el uso de armas ha supuesto, en concreta tesis, dos aristas: la inherencia de las armas con la naturaleza humana y la utilidad frente a amenazas de sus semejantes.

II. LA PROTECCIÓN DE LAS ARMAS

Siendo el Estado un contrato social, así lo sustenta Rousseau, se debe a sus contratantes. Este, no es más que una entelequia que debe obedecer a principios importantísimos: la voluntad del hombre, el respeto de las libertades y el sometimiento al individuo.

Si los hombres no se sienten conformes con su gobierno, tienen el derecho de cambiarlo. ¿Qué pasa cuando el Estado se convierte en el único capaz de usar las armas? ¿Cómo los ciudadanos cambian al gobierno, que posee poder, si ellos no lo tienen?

Los hombres tienen libertad, entre ellas la de expresión, religión, reunión, entre otras. Supongamos que los gobernantes consideran el resultado de esas libertades como un agravio a sus intereses y proceden a coartarlas ¿Cómo se defienden los individuos si previamente se les ha restringido el único elemento, el de las armas, que podría proteger dichas libertades? ¿Acaso no hay restricción a la libertad cuando se prohíbe el derecho a defenderse?

Tenemos evidencia de lo que sucede cuando el Estado se impone al individuo. Los gobiernos comunistas como el de la Unión Soviética y China suman más de 100 millones de muertes, 100 millones de individuos, de personas que pudieron hacer de sí una vida próspera. Algo en común entre estos gobiernos es que impidieron el uso de armas a la población. ¿Qué hubiese pasado si la población hubiere tenido armas a su disposición?

En las relaciones que surgen entre los individuos pueden existir conflictos que bien podrían ser solventados por la sabiduría de las buenas leyes. Sin embargo, no siempre la ley puede ayudar, ni la coacción del derecho muchas veces es eficiente contra las infracciones.

Los cuerpos armados oficiales del Estado, en comparación con la población, muchas veces son de menor tamaño, ¿Cómo la policía puede proteger a una familia de campesinos en Balzar a la una de la madrugada de ocho cuatreros armados que se roban sus vacas? ¿Cómo una mujer se defiende de una violación por parte del supuesto conductor que le asistió en la carrera? ¿Cómo un hombre defiende su negocio de un asalto si no hay patrulleros en su sector?

Todas las preguntas antes mencionadas, deben ser contestadas por el lector. Ahora, ¿Qué pasaría si el individuo o la familia tiene armas para defenderse?

La protección que ofrecen las armas no está asociada al factor violencia, como así circula en la mentalidad de muchos que sostienen su prohibición. La protección de las armas está asociada al sustento de defender los derechos fundamentales del individuo. Nuevamente es menester recordar, que el sentido del Estado es crear, aplicar y ejecutar leyes. Pero debemos tener en cuenta que esos objetivos no van a poder ser cumplidos a cabalidad. Allí se evidencia que puede existir un estado de indefensión de la persona frente a amenazas, ¿Cómo se defiende?

Las cifras evidencian algo irrefutable. Los homicidios en EE. UU., país que es utilizado como sustento por quienes se oponen al uso de armas, al año 2018 tienen una tasa de 5 por cada 100.000 habitantes, cifra que ha venido decreciendo desde los años 70. En Latinoamérica, en ese mismo año, la tasa de homicidios es de 21, 5 por cada 100.000 personas, es decir, a comparación, un poco más de 4 veces la cifra de EE. UU. El Salvador y Venezuela, países que encabezan la lista, tienen prohibidos el uso de armas. ¿Cómo se puede justificar la brecha entre los EE.UU. que permite el uso de armas con países latinoamericanos que las prohíben en su mayoría? No es justificación el nivel de vida, pues estaríamos asegurando que la pobreza promueve la delincuencia y eso sería una infamia.

III. CONCLUSIÓN

Muchas veces la violencia es asociada con el derecho de armas, eso es un craso error. El derecho al porte y uso de armas no se encuentra asociado a la generación de conflictos, sino de defensas que el ciudadano puede y debe tener para asegurar sus derechos. El papel del Estado no es coartar los medios que estén a disposición del ciudadano para proteger sus bienes de agresiones provenientes de otros individuos o incluso del mismo gobierno, es el de poder regular que la libertad del individuo no se desfigure. El derecho de armas debe ser permitido puesto que es un derecho inherente a la persona. Sí debe ser regulado, para evitar precisamente, que ese derecho de defensa no se convierta en un abuso de ataque. Las personas debemos afrontar estos temas, que parecieran beligerantes pero que en el fondo no forman parte sino de la naturaleza del ser humano. Se puede afirmar entonces, así las pruebas lo permiten, que el derecho a uso de armas reducirá dramáticamente los índices de violencia, pues se sabrá que el individuo no solo puede ser protegido, sino que podrá defenderse.

“Las armas tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida” -Miguel de Cervantes.

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