“Escriba joven, sin miedo, que en Chile nadie lee”. Andrés Bello.
Nunca sabré si estas palabras de bienvenida serán las precisas y/o adecuadas. Lo que sí sé es que todo lo que escribimos refleja lo que somos.
Desde la antigüedad, el ser humano ha sentido una necesidad incesante de “darse a notar”, de “perdurar”, “trascender”, y la vía más concreta para hacerlo ―además de nuestras acciones ―es escribiendo. Por medio de la escritura hemos podido registrar siglos de conocimiento y enseñanza que ha permanecido a lo largo de la historia. Sé, que puede sonar un poco egocéntrica la intención, pero así es la naturaleza humana.
Antes, la tradición oral era la mejor manera por la que nuestros pensamientos pasan de generación en generación. Pero, tras la invención de la escritura y más aún, con la aparición de la imprenta, hemos podido plasmar todo lo que “conocemos” en un papel.
Hoy, en un mundo que crece rápidamente, la tecnología nos permite usar herramientas como este blog para plasmar lo que somos, lo que sentimos, todo lo que queramos expresar.
Ahora bien, no todo lo que se escribe es productivo (o tal vez, útil). La mejor forma de ser útiles con la sociedad en la que nos desarrollamos, es siendo “colaboradores de la verdad”, siendo instrumentos para alcanzar el conocimiento y no siendo el conocimiento en sí mismo. A lo largo de la historia existieron personas que usaron la escritura y su intelectualidad para deformar el pensamiento humano. Esta es una invitación a que formemos parte de esa sociedad integradora, de esas herramientas del conocimiento, y no solo egoístas cegados por su naturaleza animal.
Les agradezco por su apoyo continuo a la labor que realizamos dentro de la Facultad de Jurisprudencia y, les pediré un favor incluso más grande que el hecho de escribir: no dejen que las palabras de Bello sean ciertas en Ecuador, lean, estudien, prepárense… los frutos los satisfacerán en demasía.